SANO JUICIO: La cueva del machismo

 Escribe Federico Rosado

Los recientes acontecimientos en que se observa a un varón agrediendo física y verbalmente a una mujer nos evidencian que la sociedad va en sentido contrario a la razón. Tanta tecnología, apertura a la información, investigaciones científicas. La exposición del caso Cueva-Lopez es la constatación de una cotidianeidad que no trasciende.

En qué lugar no resopla el machismo. Esa supremacía histórica y anacrónica que no diferencia edades, niveles socioeconómicos, condiciones educativas, culturas e identidades.

En la casa, cuando se obliga a la hija a lavar los platos habiendo un hijo, al que incluso se le sirve más comida porque es o tiene que ser “fuerte”. En ese primer escenario de formación, los hijos aprenden de sus padres, roles en que ser mujer es ser inferior, lo cual se refuerza en la insistencia habitual del pensamiento absurdo “ama de casa”.

Pobreza o riqueza, el escenario se reitera; es cierto que en el primero predomina el enfoque clásico del mantenimiento económico del padre como abastecedor. Aunque el asunto aún se sostiene en el segundo debajo de una concepción obligada por el estatus social.

En los espacios educativos se reproduce el esquema a favor de los machos, desde inicial hasta la universidad. Este último no admite explicación: profesionales masculinos que arrasan con sus parejas postergándolas, humillándolas, ninguneándolas; restándoles méritos, imposibilitándolas en sus aspiraciones, incluso arrinconándolas a un uso sexual. ¿Profesionales?

Cómo entender que en las esferas jerárquicas la presencia femenina es escasa o simplemente negada. Repasemos directorios, comités ejecutivos, directivas empresariales, comisiones de alto nivel, cúpulas políticas, consejos y concejos, gabinetes, tribunales. En ellos la mujer es una excepción y cuando lo es su actuación es reposteril, culinaria, decorativa.

También puedes leer: SANO JUICIO: Un arequipeño nace donde la da la gana

El machismo está vivito u coleando y si bien en ciertas ocasiones ha sido herido, su recuperación es inmediata.

En el caso López-Cueva los aspectos que lo componen y rodean tienen una dinámica propia.

Un jugador de fútbol encasillado en la clásica posición de irresponsable, derrochador, mujeriego, un “machito” de barrio, de esquina. Un “héroe” del balón que transita a la pelotudez, aplaudido por una tribuna de fans e imitadores. Una especie de pendejo macho. Acaso poca distinción con un “señor gerente” que hace derroche de su “poder” para galantear en una autoexhibición del “machaje” con súbditos adulones y festejones.

Una esposa que soporta la situación por la vida acomodada hasta que recobra su dignidad, palabra extraña en esta historia. Cansada de aguantar lo insoportable se enfrenta a su “normalidad” y termina recibiendo la cuota de violencia. Cuántas mujeres callan, se resignan y bajan la cabeza renunciando a sí mismas en medio de una complicidad de moralistas aprovechadores de la crónica del escándalo.

Previsible el final. Volteada de página. Ocultamiento cada vez mayor de esta realidad. El machismo persiste y persistirá… ojalá, así no sea.